Uno de los grandes retos de los proyectos de humanidades digitales es su preservación. No podemos dar por seguro que nuestras investigaciones y nuestros proyectos digitales sigan estando vivos, sigan pudiéndose consultar y utilizar con el paso del tiempo, es algo de lo que nos debemos ocupar. En el terreno digital no son sólo centrales los datos que se pueden conservar en documentos estáticos y cerrados, sino la funcionalidad de las páginas web, bases de datos, los repositorios, los blogs. Por lo tanto, lo que importa no son sólo los datos, sino también su interrelación y su presentación digital. Ese conjunto es el producto digital. Esta web, por ejemplo, es lo que llamamos una edición crítica digital de La Dama Boba, obra de teatro del siglo XVII de Lope de Vega. En ella, no se debe considerar resultado de investigación sólo el texto de la obra literaria, que podríamos considerar el centro y objetivo final del proyecto, sino también la manera de presentarlo y combinarlo con otros archivos y funciones. Si queremos que estos productos digitales sigan funcionando, es problemático porque a veces, implican estructuras complejas, usos y combinaciones de hardware, de formatos y de software que pueden caducar o quedar obsoletos. El fallo de una pieza puede implicar el fallo del conjunto. Incluso documentalistas, ingenieros, especialistas en este tema cuestionan la posibilidad de mantener vivos determinados proyectos digitales en un escenario realista como, por ejemplo, sin una financiación específica o sin la implicación directa de la persona que los impulsó. Por eso es conveniente plantearse desde el principio del proyecto sus necesidades de preservación, como las de seguridad y mantenimiento. Aunque preservación, seguridad y mantenimiento no son exactamente lo mismo, en cierto modo están interrelacionados. Centrándonos en la preservación, ¿podrá preservarse nuestro producto digital por sí solo, o será necesario plantearse políticas y estrategias orientadas a tal preservación? ¿Qué podemos hacer nosotros para facilitarla? ¿Quién se va a ocupar de ello, de mantenerlo activo desde un punto de vista tecnológico o también humanístico? En el ámbito de las humanidades digitales, uno de los proyectos más ambiciosos a la vez que uno de los más grandes fiascos fue el Domesday Project. Dotado de un presupuesto de 2 millones y medio de libras, pretendía difundir y celebrar el noveno centenario del libro de Domesday, una especie de censo en Inglaterra elaborada en el año 1086, recreando su contexto histórico gracias al uso de la realidad virtual lograda con un conjunto de sofisticadas máquinas y software especialmente diseñados para ello. Todo el material quedó obsoleto y resultó prácticamente ilegible en sólo 15 años. A diferencia del propio libro de Domesday, códice por el que habían pasado 900 años y continuaba en perfectas condiciones de consulta y uso en la Biblioteca del Archivo de Kew. La noticia adquirió proporciones de escándalo en marzo de 2002. Por supuesto, este problema no afecta sólo a las humanidades sino a todo el ámbito digital. Incluso la NASA o importantes productoras de cine han cometido errores de preservación y seguridad. La misión Viking a Marte perdió 53.000 de las 56.000 imágenes recibidas, es decir, sólo salvó 3.000. Durante la realización de la película Toy Story, sólo la casualidad impidió que perdieran todo un mes de trabajo. ¿Qué podemos hacer nosotros? existen algunas decisiones y estrategias básicas. Si pretendemos preservar nuestro objeto digital a largo plazo ello implicará, según King, especialista en conservación digital de la British Library, el uso de determinados estándares, tecnología de software, un protocolo de actualización de dicho software, así como del equipo y la tecnología, también hardware, necesarios para conservar ese objeto y esos datos funcionales en el futuro. O'Donell propone tres reglas. La primera: no escribir para software o hardware específicos ni utilizar lenguajes no estándar. La segunda: mantener la diferenciación entre contenidos, los datos y presentación, la visualización. La tercera: evitar innovaciones técnicas que sean innecesarias. Por otro lado, algunas buenas prácticas establecidas en humanidades digitales aúnan lo ideológico y lo tecnológico y son también fruto de la experiencia. Esas buenas prácticas aconsejan el uso de códigos y datos abiertos y su reutilización en proyectos colaborativos porque la máxima diseminación y réplica de nuestros productos, aunque sea reutilizados y transformados, redunda en su mejor difusión y preservación. Así, además, contribuimos de modo colaborativo al arte y la ciencia. Otro aspecto fundamental es que nuestro proyecto esté muy bien documentado y que detalle a través de sus metadatos todo el proceso de elaboración tanto humanística, como tecnológica. Qué software se ha utilizado, en qué versión, qué versiones de nuestros propios objetos digitales y resultados de investigaciones se han generado perfectamente identificadas. Se constituirá así una especie de guía del usuario o libro de bitácora y depósito de materiales que permitirá a otros reconstruir el proceso e incluso la estructura de software que lo sustenta y lo hace funcionar. ¿Quién nos puede ayudar? existen organizaciones e instituciones especializadas e interesadas en la preservación digital. Conviene tener muy presente que esas organizaciones e instituciones públicas pueden e incluso deben, en el caso de éstas últimas, prestar apoyo por ley a la preservación de materiales digitales de interés cultural. Desde el ámbito de las organizaciones se pueden mencionar, por ejemplo, Internet Archive con sede en Estados Unidos o la Digital Preservation Coalition, en el Reino Unido. Estas organizaciones no sólo ofrecen repositorios para objetos digitales con enorme capacidad y servicio gratuito, sino que también ofrecen manuales. Por otro lado, una plataforma de uso extendido entre los humanistas digitales es GitHub que permite conservar gratuitamente toda la documentación y archivos de proyectos digitales. Pero posiblemente el primer paso, el más razonable sea dirigirse a una institución próxima con capacidad tecnológica. La preservación de objetos digitales relacionados con el patrimonio cultural, debe ser asumida por las bibliotecas. Si estás en el ámbito de una universidad, la biblioteca universitaria debería ser capaz de orientarte y prestarte ayuda. En este sentido, conviene que conozcas también cuál es tu contexto de infraestructuras y también tu contexto legislativo. Por ejemplo, si desarrollas investigación en humanidades digitales en España o en una determinada región, conviene que sepas qué instituciones asumen estas competencias y también que la ley del depósito legal, en cuanto se le dé un ISBN a tu producto, obliga a las bibliotecas a preservarlo.