Hola, les saluda Gabriel Hernández Mendoza y voy a hablarles de liderazgo resiliente. El gran confinamiento mundial derivado de la pandemia por SARS-CoV-2, implicó cambios en todos los sentidos. De hecho, sería la primera vez que la humanidad experimentó un proceso simultáneo y, por lo tanto, quienes habitamos en ese momento el planeta, nos quedamos con una historia para contar. En medio de la catástrofe que significó la pandemia, con la cantidad de decesos, así como con las crisis económicas que derivaron de las políticas de distanciamiento físico, se lograron identificar respuestas de diferentes actores, tomadores y tomadoras de decisiones que decidieron actuar frente a un fenómeno que está presente, que es el de la incertidumbre. Esta respuesta se observó en tareas que se realizaron en el encierro y en aquellas que se consideraron indispensables y, por lo tanto, que continuaron realizándose. En todos los niveles, se observó que, para solventar los problemas de la pandemia, se debía estar con un involucramiento que permitiera aprender del contexto y, a la vez, como un distanciamiento que permitiera, por su parte, pensar en la posibilidad de un futuro vivible. Lo mencionado se hace más evidente en un mundo que, de la misma manera, experimenta una revolución tecnológica. Esta, como ustedes lo saben, impacta en el dinamismo de los mercados, emergen no solo actores, sino también procesos, y cada cambio es capaz de generar turbulencias. Estas transiciones piden una respuesta en las decisiones de la humanidad. Es aquí donde la resiliencia se hace presente. Según Giustiniano, define la capacidad de absorber la adversidad, el trauma, los impactos externos u otra forma significativa de estrés. La resiliencia, entonces, nos prepara para responder a los cambios. Ante ello, el aprendizaje se convirtió en una de las constantes más valorizadas, más valoradas para adquirir la experiencia que nos permita resolver problemas, basados de manera precisa en todo aquello que permite también dotarse de habilidades para las condiciones de cambio continuo y también de cambio recurrente. Estas actividades se basan en programas de autodesarrollo que permitan enfrentar las adversidades con una respuesta de adaptación positiva, es decir, con la formulación de un proceso que posibilite interrelacionar lo adaptativo con lo reactivo. Aquí, el aprendizaje, entonces, es un proceso complejo que se retroalimenta con el tiempo y la experiencia. Se visualiza entonces como parte de un proceso adaptativo abierto en el que los factores ambientales están presentes para alimentarlo. Por otro lado, la respuesta reactiva que considera los impactos negativos como oportunidad de crecer y adoptar nuevas formas de organización, se hace presente. En el caso de la empresa, el liderazgo resiliente tiene la capacidad de mantener el rendimiento aparte de ser adaptable, contemplando los objetivos organizativos para provocar un cambio desde adentro para sobrellevar los requerimientos internos y externos del ambiente empresarial. Una de las prácticas de liderazgo resiliente de la cual debemos aprender es aquella con la que se han enfrentado diferentes colectividades ante casos de discriminación, de violencia, ya sea racial, de género o económicas, las cuales han respondido a toda clase de adversidades con organización, desarrollo incluso de teorías y prácticas de interacción social, experiencias de las cuales diferentes organizaciones aprenden de liderazgo resiliente.